junio 23, 2009

Un repaso a la historia del cine Chileno

El 26 de mayo de 1902, en el Teatro Odeón de Valparaíso, nació el cine chileno. Ese día se estrenó Ejercicio general de bombas , un cortometraje documental rodado aproximadamente un mes antes y que se convirtió en la primera exhibición pública de imágenes filmadas en nuestro país. Lo que en otras circunstancias sería el equivalente a una grabación casera actual, se transformó en el comienzo de la filmografía local.

Cien años y algunos meses después, la cinematografía chilena sigue en pie, aunque su evolución ha sido marcada por una permanente sucesión de avances y retrocesos, de aciertos y errores, y a pesar de que son muchas las voces que insisten en proclamar que aún no puede hablarse de una industria ni una historia definida -debido a los altos y bajos que la asemejan más a una montaña rusa que al consistente desarrollo que pueden exhibir otras latitudes-, los hitos, positivos o negativos, están ahí, indesmentibles y reales.


En el futuro, películas como El Chacotero Sentimental (Cristián Galaz, 1999)o Taxi para 3 (Orlando Lübbert, 2001) serán coloridos testimonios del Chile de fin/principio de milenio. En contraste, escasos son los registros de nuestra temprana historia fílmica. El tiempo, la química y la negligencia han hecho que la mayor parte del cine chileno de comienzos de siglo sólo exista en los libros de historia y en la prensa de la época. Una honrosa excepción a este lapidario destino es la película El húsar de la muerte (1925), escrita, dirigida y protagonizada por Pedro Sienna, uno de los tempranos genios del cine nacional. Aunque hoy podría creerse que su valor es meramente histórico, los testimonios de la época confirman que la tremenda calidad de la cinta fue reconocida en su momento, siendo considerada ya entonces como el título más importante de su tiempo. Y al menos para nosotros sigue siendo un documento invaluable.


Sin embargo, ésa fue sólo una de muchas películas que se hicieron en Chile a comienzos del siglo pasado, antes de la llegada del cine sonoro. Incluso hubo un breve aunque contundente auge en el norte, cuando entre 1926 y 1928 Antofagasta se transformó en el centro de una incipiente industria nacional, al que hoy se recuerda como "el Hollywood chileno". La partida la dio Bajo dos banderas (1926), seguida por varios títulos que alentaron a los pioneros antofagastinos a fundar cuatro productoras en la ciudad, aunque la actividad finalmente decayó.

La década siguiente trajo consigo el cine sonoro, primero de la mano del prolífico director, actor y caricaturista Jorge Délano, "Coke", quien había viajado a Hollywood, enviado por el gobierno, para estudiar la nueva técnica. Su primera película hablada fue Norte y sur (1934), inaugurando una etapa fértil en cantidad pero de escasa innovación artística, que de la mano de realizadores como José Bohr, Eugenio de Liguoro y el propio Coke se caracterizaría por melodramas, musicales, comedias costumbristas y vistosos paisajes rurales.


A pesar del éxito comercial que muchas de estas cintas alcanzaron, poco hay de rescatable en términos estrictamente cinematográficos, salvo contados ejemplos. Una situación que se extendería hasta fines de los años 50 y particularmente a comienzos de los 60, cuando el cine chileno, a través de cineastas como Naum Kramarenko, Alejo Alvarez o Patricio Kaulen, comenzó a hacerse eco de los nuevos vientos que soplaban en la industria cinematográfica internacional, influenciada por las tendencias sociales y estéticas de corrientes europeas como el Neorrealismo italiano y la Nueva ola francesa. De a poco empieza a surgir una forma distinta de hacer cine, a través de trabajos más reflexivos en contenido y lenguaje fílmico.

En la eterna necesidad de ordenar y catalogar, la búsqueda de nuevos caminos tuvo un nombre: el Nuevo cine chileno, que más que un movimiento o incluso una tendencia sirve para distinguir una de las etapas más intensas y prometedoras de este arte en nuestro país, en la que pueden abrirse camino figuras como Aldo Francia, Helvio Soto, Miguel Littin, e incluso nombres que hoy desarrollan su cine en el extranjero, como Patricio Guzmán y Raúl Ruiz. Su fin, como el de tanto y tantos, llegó el día once de septiembre de 1973.

Con la proscripción ideológica y la censura, el cine bajo la dictadura militar fue casi inexistente, lo que inevitablemente marcó el lento desarrollo de una "industria" local que recién en años recientes parece dar señales de revitalización, dando la razón a quienes hablan de una historia interrumpida, que pasa por perpetuos intentos de ser refundada. De lo poco que se pudo hacer en esos años (al margen de la muchas veces interesante labor de los directores en el exilio), sólo algunos filmes llegaron a los cines. Entre ellos, Julio comienza en julio (Silvio Caiozzi, 1979), Cómo aman los chilenos (Alejo Álvarez, 1984), Los hijos de la guerra fría (Gonzalo Justiniano, 1985), La estación del regreso (Leo Kocking, 1987) y Sussi (Justiniano, 1988).

A comienzos de los noventa, las promesas del nuevo orden político-institucional llevaron al cine chileno de vuelta a las salas, con títulos como Imagen latente , de Pablo Perelman (filmada en 1988, pero estrenada tardíamente tras haber sido rechazada por la censura), La luna en el espejo (Caiozzi, 1990), Caluga o menta (Justiniano, 1990), Hay algo allá afuera (Pepe Maldonado, 1990), La frontera (Ricardo Larraín, 1991) y el tan postergado estreno de Palomita blanca (Raúl Ruiz, filmada en 1973 y mostrada en 1992).


Un siglo de intermitencias
Luego de la exitosa pelicula Johnny Cien Pesos (Gustavo Graef-Marino, 1993) vino un nuevo período de escasos estrenos y pobres resultados, hasta 1997. Ese año Andrés Wood debutó con Historias de fútbol, inaugurando un nuevo período de actividad que, tras cinco años, ha logrado consolidarse y diversificarse con la esperanza de que, luego de un siglo, el cine chileno por fin termine de nacer. Títulos recientes como El chacotero sentimental , Taxi para 3 , La fiebre del loco (Andrés Wood, 2001), Angel negro (Jorge Olguín, 2000) o la taquillera Ogú y Mampato en Rapanui (el primer largometraje animado chileno, 2002), por nombrar algunos, hablan de nuevos fenómenos: éxitos de taquilla, posibilidades de internacionalización, premios en el extranjero y el interés por los géneros son parte de su estrategia, pero sólo el tiempo dirá cuánto de hitos aislados hay en ellos. Y cuánto de efectivo desarrollo y repunte de una industria cinematográfica en Chile. (por Joel Poblete www.mabuse.cl)

4 comentarios:

  1. Gran artículo. Esperemos que durante este mes, que se están rodando 7 películas en simultaneo en Chile, salga algo bueno digno de apreciar.

    SalU2
    T.

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  2. Increible nota loco, buen articulo sobre la historia de chile, esperamos que el cine tomo un nuevo pique de oro, luego..

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  3. Gracias por sus comentarios y me sumo a los buenos deseos para que nuestro cine surga mas con esa identidad propia que tenemos pero a la vez de calidad, como en los viejos tiempos.

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  4. Estimado Señor: Quisiera saber si Ud. puede ayudarme a saber algo más sobre el Señor Antonio Radonich Scarpa, quien fue pionero del cine chileno en Punta Arenas. Mi mail es ljilja@zvcom.net
    Muchas gracias, Liliana

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