mayo 19, 2009

Valparaiso Mi amor (1969)

(www.memoriachilena.cl)


La vida de los pobres
Valparaíso, Mi Amor –la historia de una familia pobre que se desintegra cuando el padre (gran actuación de Hugo Cárcamo) va a parar a la cárcel y los hijos terminan en la calle, en el pequeña delincuencia urbana y en la prostitución- es una cinta tremendamente inspirada en la cual Aldo volcó su fascinación y cariño tanto por Valparaíso como por sus gentes. La cinta, como Rocco y sus Hermanos, creo, está estructurada en capítulos, tal como una novela, cada uno de los cuales da cuenta de la evolución de los distintos personajes de la historia -la niña, El Chirigua, los otros hermanos- y entrega un barrido entre melancólico de la vida porteña e indignado de la pobreza de la ciudad. Viéndola no cabe la menor duda la deuda gigantesca que Aldo tenía con el neorrealismo italiano, cuyos hitos, rumbos y desarrollos él conocía al revés y al derecho no solo por la sangre italiana que corría en sus venas, no solo por su irrestricta admiración a De Sica, Zavattini, Rossellini y Visconti (el Visconti que vibraba con los pobres, no el que salió después, embriagado con la declinación del mundo de los aristócratas y los ricos) sino también porque, como los neorrealistas, entendía el cine en íntima comunión con la realidad social.

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Si hoy día filmar cualquier película en Chile es un desafío descomunal, el rodaje de Valparaíso, Mi Amor fue pura y simplemente una epopeya. La película debe haberse hecho con muy poco. Con poco dinero, muchas paleteadas y una convicción titánica. No había Fondart, no había subsidios, no había ley de donaciones culturales y solo a fines del gobierno de Frei vino a salir el reintegro a los productores chilenos del impuestos que gravaba las entradas al cine. La dirección de fotografía y cámara, generalmente al hombro, estuvo a cargo del argentino Diego Bonacina, un joven fortachón, rebelde y rupturista que el año 73 tuvo que salir apurado de Chile. El guión era del propio Aldo y José Román –gran crítico de cine- y como director de producción se desempeñó José Troncoso, cuyos desafueros y conquistas eran históricas y que con los años renunció al alcohol, al tabaco y a toda suerte de excesos nocturnos, reconvirtiéndose primero al yoga y después a credos cada vez más oscuros, orientales y esotéricos. Quién puede anticipar las vueltas que da la vida. El equilibrio y el control lo ponía el abogado Guillermo Aguayo, como gerente de la producción, y su mujer, Luisa Ferrari, abogado y periodista, apoyo fundamental para sacar el proyecto adelante.

Aldo Francia (Director)

Cuando Valparaíso Mi Amor se estrenó no creo que la década de los 60 se haya dado a nivel local una tregua, al menos como punto de inflexión, pero sí está claro que el puerto se encontró con un himno –el vals La Joya del Pacífico, de Víctor Acosta, que Jorge Farías grabó antes que Lucho Barrios, y que la cinta rescató para su poética- y que en los nueve días que la proyectaron en la sala de estreno en Valparaíso la vieron 15 mil espectadores..Después la película recorrió el país. El debate que siguió fue previsible. Para la izquierda más dura, fue una película blanda. Y parte del público desalineado políticamente, sobre todo porteño, se sintió herido. ¿Por qué Aldo insistía tanto en la pobreza, siendo que Valparaíso tiene lugares tan lindos y pintorescos? ¿Por qué llevar al exterior la imagen de una ciudad con tantas llagas en circunstancias que podían mostrarse lugares menos lastimados e historias más edificantes? Respondiendo estas preguntas necias son muchos los cineastas chilenos de ahora y de ayer que han debido desgastarse tratando de separar aguas entre lo que es filmar una película y lo que es oficiar de agencia de turismo.
En su tiempo Valparaíso, Mi Amor probablemente no generó entre los críticos el furor minoritario que provocó Tres Tristes Tigres de Raúl Ruiz ni alcanzó tampoco la repercusión pública que tuvo El Chacal de Nahueltoro, de Miguel Littin. No estaba tan amparada por pretensiones autorales, seguramente, y era más ecléctica en términos políticos y expresivos. Pero sospecho que el tiempo no debiera haberla perjudicado mucho. La cinta tiene momentos gloriosos (Sara Astica, la madre, con el niño enfermo en una posta de Valparaíso, el funeral del niño en un cementerio desde el cual se divisa el mar, la actuación de los menores, el hundimiento final en el Yako, un tugurio subterráneo del puerto que era legendario) y un final un tanto abierto que deja espacio suficiente para entender cómo el entorno se tragó literalmente a esa familia, en un desenlace que es triste y hasta trágico, pero que la cinta asume con algún grado de esperanza y de candor..
Tres años después, en 1972, Aldo estrenaría su segundo largometraje, Ya No Basta con Rezar, ahora en colores y con un propuesta política mucho más alineada y por lo mismo también menos espontánea. Mi impresión, sin embargo, es que la película no superó las marcas inolvidables de Valparaíso, Mi Amor. (Alberto Fuguet (www.albertofuguet.cl))

Ver Valparaiso mi Amor (1969)

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